Recupero uno de mis artículos publicados en el año 2013 en el Instituto Espill, en el blog actualmente desaparecido.
En la era actual,
donde parece prevalecer el matrimonio, la pareja y la
familia, no todo el
mundo tiene la fortuna de poder haber encontrado su
media naranja ni
nadie con quién iniciar el proyecto socialmente
impuesto, entonces,
¿por qué no ser amigos con derechos, o, mejor
dicho, ser amantes?
Sí, ahora que se acerca San Valentín,
una fecha muy romántica y conocida por
todos, vemos que en los comercios
empiezan a aumentar las ventas de
bombones, flores, lencería picante y
erótica, discos compactos, y otros
productos para las parejas de
enamorados y casados, así como en los
restaurantes y hoteles se elaboran
ofertas de cenas y estancias, packs y
promociones especiales para poder
celebrar este día.
Sin embargo, no todo el mundo tiene la
suerte o fortuna de poder disfrutar de
este día en pareja, o quizás los 364
restantes del año. Muchas personas no
han podido avanzar o tener relaciones
amorosas tal y cómo deseaban, han
finalizado de forma que no esperaban,
han sido rechazadas o no han podido
encontrar la persona adecuada para
ello, entre otros muchos casos existentes,
haciendo otro tipo de vida diferente,
de forma más egoísta para muchos que
viven en un hogar de mínimo dos
personas, de forma quizás más autónoma,
solitaria, independiente o, tal vez,
la que ellos y ellas mismos eligen. ¿Son por
ello, por no haber seguido la norma y
modelo social más común, discriminados
y relegados del afecto y placer sexual
compartido?
Si bien es cierto que una pareja
requiere tiempo, predisposición, pérdida de
autonomía, muchas veces sacrificios
por el otro y conlleva a un nivel de
compromiso que no todos desean ofrecer
o, muchas veces, no es compatible
por motivos de trabajo, estudios o
interés de compromiso (incluso de
convivencia) por ambas partes, no por
ello se debe renunciar a mantener una
relación con la persona que nos gusta
o deseamos, si entre ambos hay interés
de verse y disfrutar juntos,
especialmente, del sexo. ¿Por qué no ser “amigos
con derecho a sexo”, o mejor dicho, amantes?
Este tipo de relaciones no requieren
de una formalidad ni exclusividad impuesta
por la sociedad, sino por la que ambos
individuos decidan. No se trata de tener
que ir juntos a todas las comidas
familiares, verse todos los días, estar
pendiente de a qué hora va a salir del
trabajo, convivir diariamente… quizás no
sea tan romántico, bonito, riguroso y,
especialmente, genere una dependencia
entre ambos, pero sí es seguro que
puede ser muy agradable de disfrutar de
momentos, veladas, encuentros,
salidas, actividades…siempre de forma
pactada, con el nivel de compromiso
que ambos deseen en la relación, siendo
abierta, cerrada, a nivel exclusivo,
de fin de semana, esporádicamente,
simplemente sexual o no…que quién
sabe, quizás en un futuro la historia
cambie, y resulte más seria de lo
esperado, pero que no es ese su objetivo
inicial.
Porque no todo el mundo está dispuesto
a estar en una relación por inercia, en
la que quizás se ha perdido la pasión
inicial, sigue en ella por tiempo o por lo
que pueden decir los demás, así como
por los hijos, en la que, por mucho que
lo haya podido intentar, ya no siente
nada más por la persona que en su día fue
su vida entera, por mucho formalismo y
presión existente… Aunque hay que
tener en cuenta que muchas de estas
personas, ya casadas, conviviendo en
pareja o con compromisos muy formales,
no desean o son capaces de cambiar
su situación, ya sea porque les
resulta muy difícil renunciar a un cambio que
quizás podría cambiar su situación
económica (pérdida de bienes o posesiones
materiales), o especialmente, social:
pérdida de estatus, posición, miedo a qué
dirá la familia, los amigos, hasta los
vecinos u otros menos cercanos… y siguen
con la rutina del día a día, con una
doble vida secreta, en la que sí se permiten
mantener este tipo de relaciones
sexuales, esporádicas o frecuentes, con una o
varias personas, tanto hombres como
mujeres, que suelen desconocer esta
situación, o si la conocen, no les
importa ser cómplices de ello, pero no voy a
entrar en las cuestiones éticas de
cada uno/a, aunque sí preguntar: ¿harías a
los demás lo que no te gustaría que te
hicieran?
El placer compartido puede vivirse de
múltiples formas, y tener un amante, no
es peor ni mejor forma, ni siquiera
debería ser comparado a tener pareja, ya
que es un tipo de relación
completamente diferente, basada en unos intereses
y con unos propósitos diferentes, de
índole puramente sexual, y con la que,
quizás, pueda ser la mejor manera de
poder gozar y disfrutar del sexo
compartido, bajo unas normas y acuerdos que sus miembros
decidan y pacten.