La falta de saber estar solo/a, aceptar cualquier persona, romper límites, dejar obligaciones de lado, perdonar o ofrecer una mejora a cambio de sexo, sucumbir a prácticas no legales, realizar actos no controlados... es, realmente, un problema de adicción sexual.
Atribuida a actores, músicos, modelos, ejecutivos, obviamos la adicción sexual en profesores, cajeros, enfermeros y médicos (porque hasta alguno no supo separar sexo de trabajo y su alto hedonismo perturbó su mente, creyéndose querido sin ser ni siquiera interesante en lo personal hacia algunas mujeres...), como si se tratase de algo atribuido a según quién, mientras otro/as, ni se tratan.
Sucumbir y utilizar los encantos del sexo fuera de contexto es altamente tóxico. Aunque algunas veces la atracción es inevitable, hacer es otra cosa, como, por ejemplo, tocar al otro sin permiso, o quedarse el día masturbándose en casa, faltando al trabajo. O acostarse con menores, o con animales. Lo cual, realmente, puede ser una enfermedad que requiera de una cura, tratamiento, y no, no es malo pedir ayuda.
Lo malo, es negarlo y continuar, especialmente, cuando se daña y afecta al entorno, contaminándolo e intoxicándolo.
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