Y además, muchas veces, con el físico como carta de presentación, el éxito de una posible atracción en cuestiones de pareja amorosa las probabilidades de atraerse y gustarse son altas. Rasgos como unos ojos maquillados, una larga melena brillante, labios carnosos, un cuerpo de Dios o diosa, esbeltez, o al contrario, curvas atrayentes, sonrisas perfectas y un conjunto que podemos valorar como mínimo un 9 debería ser el ingrediente de la garantía del amor.
Pero no siempre la atracción acaba resultando amor. No siempre ese físico 10 nos enamora, o a veces, demasiada belleza nos embarga más que un merengue de chocolate. No siempre esa modelo deseada es querida para más de una noche de amor, o ese perfecto hombre que se cuida es soportable. Muchos hombres han sido capaces de ser infieles a mujeres bellas con otras que hasta nos resultan drogadictas o de poca clase (y sin embargo son súper felices con ellas) y algunas personas se lo pasan mejor con alguien menos perfecta que aquella que sólo se gasta el dinero en tratamientos de belleza y cuidado personal (interesantes, necesarios, pero que puede llegar a ser adicción y obsesión...). Conocí a hombres con dientes negros a quienes han querido más que a casados con traje y corbata apreciados más por su sueldo que por su persona...
No, la belleza puede gustar, pero no siempre enamorar. Y además, es subjetiva. Y a veces, enamorarnos de lo que no es siempre es lo más bello, puede ser una suerte para muchos, garantía de tranquilidad y felicidad, porque lo bello no implica siempre unos valores comunes, gustos o afinidades conjuntas, o el secreto de una fidelidad. No, por belleza no te van a querer como esposa, marido, madre, amiga...Aunque ayuda, no es lo único. Porque no somos estatuas. No somos juguetes. No somos sólo una cualidad, pese a que nos cuidemos.
Pero, estar todos guapos, a su manera y gusto, de forma sana, la verdad, debería ser una tarea diaria o norma general para todos los humanos, como dormir, comer , ir al baño y lavarse los dientes, entre otras.
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